martes, 7 de julio de 2009

El afeitado en peluquería

Hoy me he afeitado.

Bueno, para cualquiera no tendría mayor trascendencia, ni aun cuando una poblada barba cubriese mi cara. La diferencia estriba en que ha sido en que ha sido en una peluquería de caballeros; de esas que ya van quedando pocas por la geografía de Madrid. De las de barrio, en donde la clientela se conoce de toda la vida, en donde las aficiones y debilidades deportivas afloran con naturalidad, en donde todas las semanas y días obsequian a los que esperan con la prensa deportiva, alguna generalista si cabe, así como revistas con señoras en las portadas.


El afeitado en peluquería requiere solicitarse como el que pide un tinto, sin que a uno le haga pensar que el servicio pueda resultar extraño al resto de la clientela, puesto que bien es sabido que no suele ser el producto más demandado.

Dicho servicio en sí mismo es un rito como la ceremonia del té: la preparación de la almohadilla y el ajuste del sillón, la colocación de bata y toalla alrededor del cliente, la elaboración del jabón con la brocha y el agua tibia; seguidamente, la aplicación de dicho jabón en la superficie a tratar, que debe ser uniforme, abundante y constante para que se forme y penetre adecuadamente ya que, en función de cómo se haya dado el jabón, el barbero conseguirá un mejor o peor afeitado, principalmente evitando posibles estirones.


Luego, el rasurado siempre debe ser a navaja con hoja nueva. Por cada pasada de la misma (a favor y a la contra del pelo) el peluquero ha de recorrer con sus dedos la parte afeitada de tal forma que se asegure un correcto rasurado y aplique al tiempo un leve masaje en la cara del cliente. Es aconsejable, en mi opinión, un segundo afeitado para conseguir el apurado deseado.

Por último, siempre es recomendable un after shave o emulsión aplicados con un leve masaje y rematado con una toalla empapada en agua de tal modo que se obtenga frescura y relajo en la cara del cliente.

Indudablemente, las pericia y personalidad del barbero son un factor fundamental puesto que se trata de un servicio delicado y probablemente el más personal de los que se ofrecen. Personalmente, casi siempre he contado con magníficos profesionales en Madrid; incluso, en cierta ocasión fue una mujer quien llevó a cabo el servicio, con magnífico resultado.

El mayor problema de hoy día estriba en que cada vez hay menos peluqueros de caballeros, tal y como hasta hoy en día los conocemos; y, según comentarios de algunos barberos a punto de retirarse, son pocos los jóvenes peluqueros que se quieren dedicar a esta rama de negocio a pesar de la gran demanda existente.

El afeitado en peluquerías no debe ser ni solicitado ni realizado con prisas; tiene su tiempo y debe existir una predisposición. No digo que sea mejor o peor que el rasurado individual diario; pero sí es una alternativa a la rutina que cada uno debe considerar de cara a eventos o celebraciones, pongamos el caso, o simplemente por puro placer.

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