lunes, 20 de julio de 2009

Agnotología de la conspiración lunar y otras lindezas

Hoy es el cuadragésimo aniversario de la llegada del hombre a la Luna. Aparte de ser un gran motivo de celebración del que creo es el mayor hito alcanzado por la humanidad, es una magnífica ocasión para echar la vista atrás y analizar algunos hechos relacionados con este acontecimiento.

La mayoría de nosotros hemos crecido con este hecho consumado, o en mi caso, por consumar, por lo que nuestro satélite ha perdido cierto halo de misterio. Ahora bien, siempre se ha querido ver en el el programa espacial de la NASA un aire de conspiración que algunos autodenominados teóricos quieren infundirnos con la demostración a través de preguntas retóricas sobre las pruebas existentes de los viajes a la Luna (i.e., fotografías, vídeos, etc.)

Recientemente leí una entrevista a Robert Proctor, profesor de la Universidad de Stanford, publicada en una revista española de divulgación científica en la que explicaba qué era aquello de la agnotología, que él mismo definía como "el estudio de la política de la ignorancia".

Si bien esperaba encontrarme con otro tipo de disciplina, me resultó bastante interesante el hecho de que algunas personas se hubieran preocupado por establecer teorías, hipótesis y construir sistemas que expliquen algo que, desde tiempos remotos, viene siendo la modificación y ocultación de información a niveles tan cotidianos. Más aún cuando los sujetos objeto (i.e., la gran mayoría de las personas) no son sino elementos pasivos que satisfacen su preocupación con el simple hecho de creer recibir un conocimiento más o menos probado. Sin embargo, lo peor de estos casos es que sean los propios sujetos quienes crean en esa ignorancia y la divulguen y difundan, incluso como actos de fe.

Volviendo a la Luna, los autoproclamados teóricos (quienes, por cierto, no suelen dar mucho la cara) han venido difundiendo esas creencias basadas en las explicaciones mencionadas a lo largo de estos cuarenta años; pero sin embargo, en estos días de celebración se han mantenido muy silenciosos. Era algo que me resultaba extraño por lo que indagué en la Red y lo único que he podido encontrar es multitud de páginas que razonan y validan el alunizaje así como los posteriores viajes (cualquiera de estos teóricos también podría aducir que los resultados de mi búsqueda son consecuencia directa de la manipulación de información, ... en fin). De entre lo que encontré creo que lo más visual y entretenido ha sido el programa Mythbusters ('Cazadores de mitos', en la versión española) de Discovery Channel con su episodio La llegada del hombre a la Luna, disponible en los siguientes enlaces en Youtube:

1. http://www.youtube.com/watch?v=Z6Mjmw732SQ
2. http://www.youtube.com/watch?v=1R5_MwbCxhA
3. http://www.youtube.com/watch?v=vkmC-k1DSgE
4. http://www.youtube.com/watch?v=cR29GdwV8L0
5. http://www.youtube.com/watch?v=w3FeQZc9wiE

Lo que es verdaderamente interesante es que en todos los casos probados y resueltos, los expertos establecen las mismas (o similares) condiciones para explicar los supuestos fenómenos que los conspiracionistas creen que son pruebas irrefutables de una gran falacia.

Por otro lado, en otras páginas algo más sesudas que un programa de televisión, dan pertinente explicación de los hechos mediante elementos que los amigos de la teoría de la conspiración no han tenido en cuenta: principios matemáticos y físicos. Es muy fácil soltar al aire cuatro hipótesis mal fundamantadas y hacer creer a la gente --mediante el uso de un lenguaje pseudocientífico o supuestamente científico-- que aquello que razonan y explican tiene un fundamento consistente. Ahí tenemos la agnotología.

A lo largo de los años, y con lo que se va aprendiendo, uno se vuelve cada vez más escéptico y todo aquello que tratan de hacernos llegar como supuestos descubrimientos que podrían modificar la base de nuestros conocimientosy creencias me suena cada vez mejor como argumento para películas. Simplemente tomemos el ejemplo de la llamada historiografía cristiana en la que se propone que Jesús de Nazareth no era quien realmente creíamos sino una figura de otra índole: unos afirman que casó con María Magdalena, tuvo una hija y que su descendencia fue protegida por el Priorato de Sión (¿suena de algo?); otros que fue un rebelde; o también están los que afirman que no fue crucificado sino que escapó hacia la región de Kachemira (ahí es nada) en donde fundó una comunidad y está enterrado junto con la Magdalena. Todo ello basado en hipótesis sobre conjeturas basadas en otras hipótesis. A mí siempre me habían enseñado que para establecer tan siquiera una afirmación científica ésta debía ser probada experimental o documentalmente.

Otras lindezas similares a las teorías de la conspiración son las denominadas leyendas urbanas (hoaxes, en inglés). De entre tantas uno pude escoger las que mejor le convengan: las muertes de famosos como Elvis Presley, Bruce Lee o el recientemente fallecido Michael Jackson tienen mucho eco; o la supuesta de Paul McCartney en 1966; también tenemos casos como la fórmula secreta de la bebida Coca-cola, la niña de la curva, etc.

Como las teorías de la conspiración, casi nunca (o nunca) se sabe de dónde o quiénes proceden, pero siempre hay alguien dispuesto s divulgar y demostrar la validez de aquello que afirman. Y, en todas las ocasiones, uno se encuentra con la ausencia total o parcial de pruebas, las cuales normalmente son de difícil interpretación (fotos mal enfocadas, grabaciones sonoras con ruido, etc.) lo que confiere aún más misterio a los hechos.

Ahora bien, si realmente se quiere conocer qué es lo que se enconde tras cada una de esas leyendas urbanas, insto a la visita de Snopes, un magnífico sitio en Internet que desmonta o avala muchos de estos mitos, o al menos lo intenta, siempre y cuando pueda contarse con pruebas que demuestren la validez de lo afirmado.

Por último, aunque a través de estas líneas muestro un talante bastante escéptico con respecto a ciertas afirmaciones, no por ello dejan de divertirme y entretenerme de modo que, por ejemplo, películas basadas en esta clase de suposiciones y supuestos hechos me resultan agradables de ver.

Un saludo a todos.

martes, 7 de julio de 2009

El afeitado en peluquería

Hoy me he afeitado.

Bueno, para cualquiera no tendría mayor trascendencia, ni aun cuando una poblada barba cubriese mi cara. La diferencia estriba en que ha sido en que ha sido en una peluquería de caballeros; de esas que ya van quedando pocas por la geografía de Madrid. De las de barrio, en donde la clientela se conoce de toda la vida, en donde las aficiones y debilidades deportivas afloran con naturalidad, en donde todas las semanas y días obsequian a los que esperan con la prensa deportiva, alguna generalista si cabe, así como revistas con señoras en las portadas.


El afeitado en peluquería requiere solicitarse como el que pide un tinto, sin que a uno le haga pensar que el servicio pueda resultar extraño al resto de la clientela, puesto que bien es sabido que no suele ser el producto más demandado.

Dicho servicio en sí mismo es un rito como la ceremonia del té: la preparación de la almohadilla y el ajuste del sillón, la colocación de bata y toalla alrededor del cliente, la elaboración del jabón con la brocha y el agua tibia; seguidamente, la aplicación de dicho jabón en la superficie a tratar, que debe ser uniforme, abundante y constante para que se forme y penetre adecuadamente ya que, en función de cómo se haya dado el jabón, el barbero conseguirá un mejor o peor afeitado, principalmente evitando posibles estirones.


Luego, el rasurado siempre debe ser a navaja con hoja nueva. Por cada pasada de la misma (a favor y a la contra del pelo) el peluquero ha de recorrer con sus dedos la parte afeitada de tal forma que se asegure un correcto rasurado y aplique al tiempo un leve masaje en la cara del cliente. Es aconsejable, en mi opinión, un segundo afeitado para conseguir el apurado deseado.

Por último, siempre es recomendable un after shave o emulsión aplicados con un leve masaje y rematado con una toalla empapada en agua de tal modo que se obtenga frescura y relajo en la cara del cliente.

Indudablemente, las pericia y personalidad del barbero son un factor fundamental puesto que se trata de un servicio delicado y probablemente el más personal de los que se ofrecen. Personalmente, casi siempre he contado con magníficos profesionales en Madrid; incluso, en cierta ocasión fue una mujer quien llevó a cabo el servicio, con magnífico resultado.

El mayor problema de hoy día estriba en que cada vez hay menos peluqueros de caballeros, tal y como hasta hoy en día los conocemos; y, según comentarios de algunos barberos a punto de retirarse, son pocos los jóvenes peluqueros que se quieren dedicar a esta rama de negocio a pesar de la gran demanda existente.

El afeitado en peluquerías no debe ser ni solicitado ni realizado con prisas; tiene su tiempo y debe existir una predisposición. No digo que sea mejor o peor que el rasurado individual diario; pero sí es una alternativa a la rutina que cada uno debe considerar de cara a eventos o celebraciones, pongamos el caso, o simplemente por puro placer.